IMAGEN 1: El uso de la lejía me permitió obtener mucho más que tonalidades completamente alejadas de las que había utilizado, pues generó cambios que me sorprendieron a medida que evolucionaban. En la primera imagen se pueden observar además unas manchas que podrían relacionarse a reflejos de la propia luz, ese efecto fue también conseguido con la lejía. La geometría de las rocas que teníamos como referente fue reforzada en algún caso vertiendo la pintura directamente del bote, lo que permitió colores más intensos y apenas aguados, de una mayor densidad que se impone en ciertas zonas a una acuarela más aguada y se introduce en otras entre ella, haciendo que los colores se mezclen y lo que en un principio eran líneas rígidas de contorno, se fundan y difuminen con la pintura previamente dispuesta. Me pareció muy interesante esta interacción, que genera resultados mucho más naturales, mucho más "sensibles". Así, debemos tener el control sobre una parte de la obra, pero siempre habrá resultados inesperados, impredecibles, de manera que desde un control de la obra propia nace una apreciación más espontánea de ella.
IMAGEN 2: Aquí, la lejía con la que se consiguió el color y la textura de las nubes en el primero de los dibujos, fue sustituida por cera blanca en el segundo, con lo que para un mismo referente de la realidad, dos técnicas muy diferentes permitieron dos resultados distintos. Mientras que la lejía se aplica a posteriori sobre la acuarela y de alguna manera se impone a ella, la cera se aplica antes que la acuarela y crea una película que asegurará que el blanco del propio papel se mantenga frente al otro material.

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